jueves, 10 de julio de 2014

Comida para los chanchos

¿Por qué me cuesta tanto amigarme con la existencia de tanto director técnico de sillón y cerveza, de café de oficina, de tachero frustrado, de cancha de cinco? Tal vez sea porque esos mismos son los que juntan masa crítica para remover a un técnico real. O quizás sea porque son los mismos que también son volantes, delanteros, defensores, arqueros. También son economistas, presidentes, jueces, abogados, artistas y mucho más.

Pero más allá de este grupo de genios ad-honorem, más me cuesta digerir a los asalariados de la opinión. Aquellos directores técnicos de la escuela de periodismo. Esos que tienen un micrófono para destilar su sabiduría.
Una cosa es analizar. Más allá de los resultados. Se puede haber jugado mejor o peor. Se puede desmenuzar si convino el doble cinco, el 4-3-3 o el cambio del segundo tiempo. Es interesante y hasta instructivo estudiar lo que pasó. Pero decir con el diario del lunes que se debió haber hecho tal o cual. Que el zaguero central jugó pésimo. ¿Pésimo? Que el director técnico debió meter otro cambio. ¿Qué? Messi jugó mal. ¿Qué?

La diferencia, más allá del sueldo, es que unos alimentan a otros. Los segundos se encuadran en esa oferta de opinión. Es tan fácil que otro opine por uno. Basta sumergir la cabeza en la pecera mediática para poder opinar sobre el mal funcionamiento del banco central. Y el frenesí de los primeros por opinar los lleva a comprar el pescado podrido que le venden los segundos para luego vomitarlo en tanto entorno y red social como sea posible.

El deporte de hablar. El negocio de hablar.

Está bien. En época de mundial todo el mundo se alborota y es lindo ver la identidad nacional dibujada en las calles. También que la abuela se enoje por las patadas al crack. También las sonrisas y lágrimas. El folclore del fútbol es realmente hermoso.

El tema es que se exacerban las lenguas de los opinólogos de siempre. Se inflan los pechos y se baja linea desde un lugar de supuesto saber. Carlos Samuel Delagarlopa, cuyo mejor gol fue en el colegio secundario, jugando un picadito con los de tercero, ahora sabe más que Sabella. Es más, según él, el técnico hace todo mal y no tiene pasión. ¿No tiene pasión? ¿Eh?

Alguien dijo, tal vez solo por el afán de hablar, que un cerdo hambriento puede comer un kilo de carne por minuto. Independientemente de si esto es así o no, el hambre de palabras, la voracidad de opinar, aún a costa de ser opinado por otro, los puede llevar a un final como el del pobre Terry, que terminó comido por el cerdo que alimentó durante años.

Terry Vance Garner, 69, never returned after he set out to feed his animals last Wednesday on his farm near the Oregon coast. A family member found Mr Garner's dentures and pieces of his body in the hog enclosure several hours later, but most of his remains had been consumed. Several of the pigs weighed 318 kilograms or more. It's possible Mr Garner had a medical emergency, such as a heart attack, or was knocked over by the animals, then killed and eaten, the Coos County District Attorney Paul Frasier said, adding that at least one pig had previously bitten Mr Garner.The possibility of foul play is being investigated as well. "For all we know, it was a horrific accident, but it's so doggone weird that we have to look at all possibilities," Mr Frasier told The Register-Guard.

5 comentarios:

  1. Bueno, después de todo lo dicho, es muy difícil opinar algo sobre este post...

    Pero de todos modos, me animo. Mis credenciales de gran lector, escritor y corrector aficionado, tiene que valer para que pueda opinar sobre la palabra al menos.

    Y la palabra y la opinión se han transformado en un problema más, en otro engranaje más de la maquinaria que aturde. Lo que empezó con los ideales de libertad de expresión, con la intención de construir diálogos, expresar disensos, enunciar posiciones diferentes, degenera en tribunas donde se puede lapidar fácilmente a cualquier o a cualquier cosa, frente a millones de espectadores. Internet y los medios amplifican esto a límites abrumadores, poniendo las barras de nivel cada vez más abajo.

    Me gusta opinar como al que más.Pero también me gusta el pensamiento crítico, el criterio, el análisis y el conocimiento.
    Siempre he pensado que hablar, es para cuando uno tiene algo que decir. Algo importante, interesante o ameno al menos. Pero en este mundo de tribunas, libros auto-editados y facebooks (y sí, incluso blogs) estoy cada vez menos acompañado.

    Retomando un post anterior, es como decía Pirrón de Elis: lo mejor... es no hablar.

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    1. Creo que la fórmula es más de Wittgenstein que de Pirrón, pero seguramente si se hubieran cruzado hubieran intercambiado un largo y nutritivo silencio!

      Que bueno esa enumeración que haces acerca de las motivaciones originarias de la palabra. Que bueno recuperar un poco de eso en medio de tanto ruido.

      Estoy de acuerdo en eso de que hablar es para cuando uno tiene algo que decir, aún cuando sea una gran gilada. Mi problema es con los que no pueden dejar de hacerlo (ambos conocemos alguno que otro y sabemos que no son precisamente rara avis) y por sobre todo con los soldados pagos de las potencias mediáticas.

      Gracias por tus palabras!

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  2. Menos mal que no seguiste alguna Ciencia Social porque te hubieses agarrado hace rato alguna úlcera o algo parecido. Hace poco escuchaba a Dolina en un debate sobre la reforma del código penal, decía algo más o menos así: “el tema de la reforma está siendo sometido al debate televisivo más ramplón y superficial que uno pueda imaginarse, al punto tal que hasta el portero del edificio o el paseador de perros se ha convertido en un especialista en jurisprudencia y derecho penal”. Claro está que esta frase fue dicha en un contexto más amplio, y para nada Dolina denostó esas u otras profesiones, pero sí hacía referencia a lo que decís, esto de “cualquiera habla de cualquier cosa” o en otras palabras “cualquiera es experto sobre cualquier cosa”. No es que este mal opinar de cualquier cosa, lo que sí es al menos injusto, opinar sin siquiera haberse instruido (un poco) antes.

    El desarrollo de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación tienen varias aristas de abordaje para un análisis de la temática, tengo un trabajo sobre eso, cuando quieras te lo paso. Pero brevemente podemos decir que lo positivo es que hoy día cada vez más gente siente una “necesidad” de decir algo, y ese “algo” replica con una rapidez enorme a través de nuevos canales, lo que conlleva el devenir de un “capitalismo cognitivo” donde el conocimiento pasa a ser un valor de “uso y de cambio”. Su parte negativa es lo que mencionás, el apogeo de ingenieros de Internet, sociólogos de Internet, médico de Internet, mecánicos de Internet y un extenso etcétera, es decir, neófitos que se explayan desde la dialéctica materialista hasta la física cuántica cerrando con la táctica posta para ganar al fútbol. Por supuesto, hay que sumarle a eso las tan conocidas frases en calidad de apotegma: “yo tengo un amigo de un amigo que me dijo que es así” o “mi hermano fue ahí y vio que es así o asá”. Del combo resulta la verdad ineluctable, propia, la vivida por uno mismo, la empírica, la imposible de rebatir. Esto es algo con lo que las ciencias sociales y las ciencias naturales lucharon toda su vida.

    Pero volviendo al punto central ¿está mal que los que no son “académicos” opinen? No ¿está mal que los que no fueron jugadores opinen de fútbol? No. Es enriquecedor que todos opinen porque ese acto conlleva, en el mayor de los casos, un interés sobre algo cuyo devenir abre incalculables vetas de interés cognoscitivo. Con lo que sí hay que luchar es con los “opinólogos”, cuyo desdén por la instrucción denota su ausencia de esfuerzo. Opinar sobre algo, cualquier cosa que sea, hasta lo más desconocido, supone un ejercicio interesante, siempre y cuando se lo haga con curiosidad, respeto y humildad. Es así de simple.

    PD: Me siento un poco discriminado cuando ponés frases en inglés, te lo tenía que decir.

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    1. Uf! Casi me dejas sin palabras! Bueno, a ver que hago con las que me quedan.

      Todavía no descarto entrar a Puan, lo sabes. ¿Vos decís que me prepare el estómago? Igual me imagino que si uno va a un ámbito donde la palabra es el medio para intercambiar conocimiento, aunque exista una bajada de línea y algún que otro charlatán, uno va dispuesto a escuchar (también a intercambiar, a refutar, a poner en duda)

      Claramente no está mal opinar de cualquier cosa, aún desde el desconocimiento. El punto es si uno repite bobamente, si es "interpretado" (un saludo al JPF) y si además se siente compelido a hacerlo o simplemente no puede decir 'no se'.

      Super interesante lo que decís sobre la tecnología y obvio que me interesa ver tu trabajo. Hoy justamente hablábamos con Carlos sobre otra arista que es la desvalorización de todo o la homologación de todo: internet (y en general la tecnología) provee una inmediatez frente a la producción cultural humana que (creo) genera una liviandad, una ligereza y finalmente una desvalorización por parte de quien accede a esa producción. Por ejemplo, en pocos segundos puedo tener la obra completa de Mozart a mi disposición, así como puedo acceder a las obras completas de Sartre o de quien sea. Lo mismo ocurre no solo con la producción artística sino científica y hasta con el software (es pavorosa la cantidad de aplicaciones que crea y se bajan día a día) Esta inmediatez, equivalente para cualquier recurso, provoca que para mi valga todo casi lo mismo. Es más, ahora que tengo la obra completa de Mozart, puedo escuchar alguna sinfonía y después borrarla… si total está ahí. Lo mismo si quiero aprender a tocar un acorde en la guitarra, hacer una pastafrola o quiero ver como resolver una ecuación diofántica. Todo está ahí para cuando yo quiera. Para mi se parece mucho al efecto "all inclusive": me pido este trago... mmm, no me gusta, me pido otro. Entonces todo entra en un interminable zapping donde para mi todo es lo mismo.
      Como decía hace poco Sebastián de Caro, a quien escucho en la radio y sigo en un podcast, Facebook propone algo similar (ahora creo que lo van a mejorar un toque): uno publica "estoy feliz, aprobé el exámen" y alguien le da "Me gusta", otro publica "se murió mi abuelo" y alguien le da "Me gusta". Todo vale lo mismo: "Me gusta".
      Con el software me pasa que veo gente, sobre todo con celulares, bajando aplicaciones y usándolas de manera descartable (por que así está estructurado el mercado) sin siquiera imaginar el laburo! que hay detrás. Ni si quiera en lo visible, que require diseñadores que seguramente se prepararon y tienen experiencia (seguramente hay muchas aplicaciones que no son el caso) sino también la lógica suyacente: tipos rompiéndose el marote. Y sin embargo... otra. Dame otra!
      Me interesa como fenómeno sociológico. Tal vez se cruza con tu trabajo. Sea como sea, lo charlamos (je)

      Claramente no hay que ser Maradona ni Messi ni Guardiola (que según tengo entendido salió a afanar cuando vino a dar una charla hace poco, seguramente bajo el impulso mercantilista de algun genio). Lo que digo es que hay que ver desde qué lugar se hace. Definitivamente el tipo que lo hace desde un lugar de desdén, es un imbécil.

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  3. Mirá que la filosofía no es una ciencia, sí es la madre de todas ellas, y por supuesto la más linda. A lo que me refiero con lo de las “ciencias sociales” o fácticas es que éstas se erigen sobre un bagaje cultural que atraviesa teorías sociales, economía, historia y filosofía, y en base a ese andamiaje utilizan herramientas propias de la rama para abarcar un objeto de estudio, o mejor dicho un fenómeno social. Por ello, los denominados “cientistas sociales” viven asiduamente esto de “el deporte de hablar o el negocio de hablar”, y no sólo las sociales, a las naturales también les ocurre algo similar. Desde luego que las “ciencias” pueden ser objetadas y los paradigmas cambian a lo largo de la historia, pasando por la crítica Heideggeriana a la “ciencia”, hasta el biopoder que se ejerce a través de ella. Ese tema es interesantísimo y se enmarca dentro de los “estudios sociales de la ciencia y la tecnología”, algo que seguramente a vos te va a interesar bastante.

    Esto del “fast food” de la información me hace acordar a lo que ya habrás leído de Feinmann cuando habla de un gran “sujeto absoluto comunicacional”, donde explica en detalle su origen y sus características: el sujeto centralizado en el logos de lo descartable y lo rápido, lo superficial y lo cómodo, etc. Ese sujeto que debiera ser pensante y crítico a la vez, es embobado con la batería de consumismo y del entretenimiento basura. En ese escenario, si bien uno tiene al alcance las obras de Mozart y las obras completas de Sartre, cada vez es más difícil que aparezca un Mozart o un Sartre. En fin es un tema mucho más amplio y complejo, pero no menos interesante.

    Abrazo.

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