¿Qué es la pregunta?
¿Es una herramienta para esculpir nuestro Saber?
¿Una rendija en la inmensidad que nos separa del Otro?
¿Un borde abismal hacia nuestro Interior?
¿Un material para tejer nuestras propias trampas?
¿No es acaso una ficha elemental de un juego sin objeto ni fin?
¿Un paso en el camino a la Nada?Tal vez sea un poco de todo eso. Sin dudas es la estructura del lenguaje que dinamiza nuestro acceso al conocimiento. Pero, ¿no existía antes del lenguaje?, ¿los animales no dudan?, ¿los monos se rascan la cabeza con gesto dubitativo solo por picazón? Cuando Lucy se irguió por primera vez, ¿se hizo la primer pregunta? Quién sabe.
No se puede preguntar por la pregunta sin usar la pregunta. Es una pregunta imposible. Preguntas así, sin respuesta, ya sea por malformación lógica o por apuntar a lo inaccesible, son consideradas por muchos una pérdida de tiempo, un sinsentido, o bien ignoradas, jamás vistas. Otros en cambio, nos sentimos casi imposibilitados de ignorarlas. Más aún, ellas nos buscan: esa pregunta me mira, me llama, estaba esperándome, y ahora permanece preguntándoseme.
Por más que nos creamos que la pregunta es esa especie de machete que podemos usar para abrirnos paso en medio de la infinita maleza del desconocimiento, muchas veces la experimentamos como si la tomáramos por el filo y no por el mango, nos cortamos, nos lastimamos y tenemos que soltarla.
Quizás por diversión, por vicio, por curiosidad, por miedo y por valentía, algunos peces nadamos siempre a punto de ensartarnos en la punta de alguna pregunta.